Cuando realicé mi trabajo de investigación doctoral para la obtención de la suficiencia investigadora defendí la siguiente tesis que, aunque pueda resultar obvia, nos presenta un caso subyugante de estudio: The Tempest 1613 de William SHAKESPEARE es una polifonía sensorial evocadora a la lecture- rêverie bachelardiana y es evidente una poética de la ensoñación. Los personajes desamparados en la isla vivencian una ensoñación o una ilusión hipnagógica con depresiones hacia el sueño profundo. Después de realizar un estricto censo sensorial encontré que las percepciones más sugestivas y recurrentes son siempre dirigidas al oído y como estos fenómenos de escucha poseían por las descripciones que hacen los personajes cualidades transensoriales y acusmáticas sutilmente definidas y enigmáticas como para merecer un estudio en profundidad. Estos estímulos sonoros actúan en la psique de los personajes de una forma tan intensa y catártica que sus descripciones se tornan poemas que intentan apresar una percepción a todas luces ignota e inverosímil para ellos, y lo más importante, los sonidos espejean en la mente como simbolizaciones de algo que no se comprende. Hay abundantes datos textuales que describen sonidos sumamente extraños, murmullos que acarician la piel o tienen otras cualidades hápticas, músicas fantasiosas, infrasonidos y miniaturas sonoras, sinestesias. Esto me hizo preguntarme en esta investigación ¿cómo suena The Tempest?, ¿No sería fascinante poder escuchar esos enigmáticos sonidos de la isla? ¿Qué matices y timbres tiene la voz de Ariel, ¿Por qué hay almas preparadas al acceso de unos sonidos y otras permanecen sordas a ellos? En este trabajo de investigación barajamos una interpretación de Ariel como entidad sonora, como emisario musical y sonoro, tomando como guía El aire y los sueños. Vuelvo a remitirme a este trabajo de investigación pues The Tempest ilustra el grado de sensibilidad de la escritura shakespeariana como imaginación que expande la conciencia lectora a un más allá. Es inútil buscar una sonoridad externa en el silencio del texto como si pusiésemos acercarnos a un universo sonoro tomando los principios de una Gestalt de lo auditivo o ciencia de la acuología iniciativa que en su momento nos llevo a la frustración. Nuestro libro no suena, a lo más solo puede declamarse. No hay objeto sonoro a la inspección acuológica sino evocación de algo inefable y abstracto expresado en el orden lingüístico. Pero creemos que una sensibilidad lectora en su grado de cima, del mismo modo que sucede en la sensibilidad del escritor, del mismo modo que el acto de leer puede ser una creación tan honda como el acto de escribir, se puede alcanzar una audición interior, una audición proyectante, una audición mental, ajena a cualquier sonido exterior o declamación, como si fuera “nacida en el silencio y la soledad del ser, desprendida del oído y de la visión, la poesía nos parece, pues, el primer fenómeno de la voluntad estética humana”. (AS: 301); “Queremos examinar […] si la imaginación no nos llama por debajo del umbral, si el poeta ultraatento a la palabra interior no escucha, en un más allá de lo sensible, haciendo hablar los colores y las formas”. (PE: 211)
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