Los cimientos de la tesis


miércoles, 10 de octubre de 2012

Vueltas y vueltas



     La “Poética del imaginar” de Gaston Bachelard,  si partimos de  su hondo y rico debate con las ciencias  psicológicas  de finales del siglo XIX  e inicios del XX hasta su periplo final  hacia  una forma muy personal y especial de apropiarse de la filosofía fenomenológica hurssealiana,  es  para  quien se atreva a recorrer las  sinuosidades y recodos  de su “estética literaria”,  sintiendo el pulso de sus mismos  “tormentos de método”,  un aprendizaje apasionado de la profesión de “fenomenólogo de la imagen poética”.

     De esta manera,  la obra bachelardiana  se nos ofrece  fecunda, plena de sentido, porvenir y valor  al   guiarnos con  unas estrategias  de carácter heurístico  la vertiente onírica de la lengua –aquella que sólo podemos “intuir y acechar” más que demostrar con razones y métodos de análisis-. Son estos continuos forcex , giros e inversiones inesperados  a los que somete las distintas disciplinas y sus métodos los que van trazando el camino de una meditación que nos dirige a ahondar progresivamente  en  las regiones remotas de la psique donde se encuentra la misma  “ontología del ser parlante” y el “primer impulso  expresivo verbal”, sin que esta  excavación  en el inconsciente del lenguaje y en el origen soñado de las palabras delimite  y sea la causa directa y primera    a la que podamos remitir la originalidad y novedad  del primer  impulso poético.  

    Nuestra tesis ahonda de  este modo  en tres cuestiones fundamentales  de la  “estética literaria” bachelardiana  cuales son: ensoñación y creación literaria,  la lectura-ensoñante y la escritura como testimonio de una experiencia fugaz, a veces un inefable,  que solo podemos describir con  el rodeo evocativo y suscitante  de la  reflexión fenomenológica.

    La lectura y la escritura serán para Gaston Bachelard el doble impulso de un  “poeticonálisis”-senda inaugural y poética de un psicoanális especial- que no cesa y se censura  en el ánimo del  lector avezado en el estudio profundo de la obra bachelardiana y su exégesis, y que tampoco queda  determinado  solamente en el acto mismo de la admiración y empatía  hacia  la miniatura que es  la imagen literaria, sino que invita –de ahí  el valor propedéutico, lectivo, instructivo como pedagogía divergente- a cada subjetividad a  proseguir en la “androginia” de su ser  la llamada de su propio “animus” y “anima”  y descubrir por sí mismo el “hombre poético” que en su interioridad esconde. Para  constituir esta armonización  andrógina  entre el lenguaje manifiesto  y su existencia desdoblada  en el ámbito de los sueños,  entre la lengua vigilada y despierta y la lengua que es germen de ensoñaciones sin fin, el ser mismo debe admitir que él mismo es  un ser doble, como toda cosa, presencia o ser.

   Dual  movimiento que encarna, uno, la vida del “anima” en una lectura vertical, suspensa y diáfana,  que trata de deshojar/despojar la imagen literaria de todo el peso del saber y de los “grilletes” de la interpretación a fin de captarla en  la actualidad  y el instante de una inocencia primera  en su reverberación como “tiempo  epifánico”- -epifanía, etm. επιφάνεια: “manifestación, fenómeno” constituido  por una triplicidad: el de novedad y originalidad, el de resonancia  de un instante de nuestra infancia, y el de la profundidad de un arquetipo que resurgita sin ser él mismo la causa directa de la imagen; segundo, en el de una vida del “animus” que medita y transcribe  la vivencia  fenomenológica para afinar progresivamente su  lupa  inspectora y  acrecentar la finura de su alma, y abrirse paso a paso hacia una ensoñación cada vez más original, novedosa  e ignota.

  Tanto  el “animus” y el “anima”, como doble dimensión de la psiquismo, suma y sinergia de la inteligencia y la sensibilidad,  llevarán a cabo su obra en el mysterium coniunctionis  del libro por venir  en  el cual  se urdirá  el proyecto de  una escritura de lo discontinuo, lo  interminable, la cual  crece al paso de cada experiencia, pues la fenomenología del imaginario  tiene la función de ser una “ur-poética de la expresión literaria” y una expansión y liberación poética del ser lingüístico.

Después de dejar que el “anima” recoja sus bienes y sus dones, y que el “animus” medite y guíe  su ensoñación, el libro de fenomenologías  será el destino de una escritura que dirige el ensueño literario  como enseñanza  de una imaginación activa,  esta vez, sin imposiciones  del sentido y  sin  prestarse a ser  una obra didáctica. El libro de fenómeno-lemas encarna  el portal de ingreso al Reino literario, y sobre todo, la literatura de imaginación, en el que  los fragmentos y los detalles   componen  una nueva unidad.

Lejos de ser solamente un  registro de las imágenes literarias  queridas, ensalzadas por el comentarista-lector,  el libro fenomenológico trata  de abrir  en   nuestra conciencia el tiempo y el espacio mismo de la imagen poética cuyas leyes  no corresponderán al tiempo cabalgante de la prosodia ni al  espacio descriptivo del recuerdo, tampoco al tiempo esforzado de la reflexión sistemática y puramente filosófica   ni al espacio metafórico  donde  se ordenan con sitematizidad  los  conocimientos. La escritura  es el modo de engarce  de los diversos instantes poéticos de excepción cuya sucesión abren en    la conciencia  un tiempo  ritmado en el que  nada corre, dura, discurre  o martillea sino que abren  ante  sí una perspectiva  maravillada en el que un tiempo remoto viene a fulgir en el   instante  en el que una imagen original y nueva viene a nacer.

Es así  como traeremos a colación  al hablar de la confección del libro fenomenológico las imágenes de los laberintos, pues el laberinto es la imagen simbólica del inconsciente. La escritura como laberinto  no dirige nuestro paso sino  que nos invita a perdernos y encontranos. El laberinto nos ayudará  a captar las múltiples  estructuras de la escritura bachelardiana  como son las formas terebrantes, los rizomas y los injertos. Y en este sentido  es fácil comprobar como la arquitectura interna del libro aunque aparentemente  parece subsumirse a un plan metódico expreso  no hace  más que  subvertir  esta estructura  inicial  dejando que las imágenes  abran por si mismo los ámbitos heterogéneos de una especialidad  imaginaria.

De este manera trataremos de comprender  el acto de la escritura  fenomenológica  como un poeticoanálisis  cuyos  principales rasgos: es remitir siempre su enfoque en el aislamiento de la imagen,  en el de perpetrarse  siempre desde la propia  “autoobservación”,  en  el de construir un tiempo especial  que no sigue  el martilleo de un tiempo horizontal, y en el  de ingreso en  un espacio  cuyas proporciones y leyes  se invierten enla dimensión de los sueños libres.

    Finalmente A modo de ilustración y anexo de nuestra tesis haremos una lectura comparada de”La lámpara maravillosa” (1922) de Ramón  María del Valle-Inclán  a la luz  de las ideas-troncales de la estética literaria de Gaston Bachelard, pues estamos persuadidos de que ambas guardan una amplia franja de semejanza en sus postulados. Por último,  realizaremos  una aplicación  del “método” fenomenológico a la lectura de algunos de  los poemas de Ramón Otero Pedrayo recogidos en su obra “Bocarribeira” (1958) para ver de responder a una cuestión desafiante: ¿como unha fenomenoloxía do imaxinario pode salvar unha lingua románica marxinalizada ao enraizarnos nas lembranzas das súas palabras e facer que estas mesmas palabras eclosionen nunha orixinalidade que fai renacer unha estética da fala en cada imagen?

No hay comentarios:

Publicar un comentario