Una filosofía del imaginar
Si puede
existir una paradojal y advenediza filosofía de la imaginación creadora
–generatriz- que no sea una revisión de aquellos filósofos
que durante la historia de las humanidades han
pensado y escrito sobre la imaginación o la fantástica, tarea procelosa que comprendería el estudio de las diversas teorías sobre el imaginario desde Platón a la Edad moderna y
deja de ser nuestro objetivo aquí, es la
de ser justamente la antítesis misma del ideal
epistemológico del raciocinio científico
y poner en franco vértigo cualquier metodología que se precie de valor empírico
para las ciencias, incluida la misma filosofía. Nociones comunes para cualquiera de las disciplinas científicas, entre ellas se
incluyen las filológicas, como son “estructura”, “sistema”, “categoría”, “objeto”
y “método”, serían aquí ruinosas, impotentes y finalmente claudicantes. Principios de base obvios para la iniciación deductiva como son el de
“objetividad” “racionalidad”, “exactitud”, “causalidad” y “certidumbre”
designarán principios de censura,
prejuicio, inhibición, debilitamiento y finalmente crítica y negación. Cualquier
afán erudito clasificatorio, enciclopédico o taxonómico sería una empresa ineficaz
y se nos revelaría finalmente como
un esquematismo reductivo, simplificador y esclerotizante. Los datos bien ordenados, los esquemas
cerrados y las clasificaciones nos
ayudarán a definir la imaginación del pasado, la imaginación fijada por las representaciones
de nuestra tradición cultural, pero no nos ayudarán sin embargo a vislumbrar quizá el fenómeno psíquico y cognoscente más modesto, más móvil, más
libre: cómo una imagen inaudita y original se ilumina
en una conciencia individual y genera una expresión que renueva el ser
mismo de la expresión.
La labor filosófica de Gaston Bachelard, definida por las
distintas interpretaciones posteriores
de su obra como una labor bifronte, se caracteriza tanto en el ámbito de la Filosofía de las
ciencias como en el ámbito de las
Poéticas del imaginario, como un acto de vivaz reconquista dialéctica, con un ánimo de crítica permanente y de ruptura
con los hábitos que encierran a ambas en el inmovilismo, la
aceptación fácil y la pereza. Una filosofía posicionada como un continuo asalto
a los parámetros y sistemas anclados en la tradición que encarcelan la intuición y la inteligencia,
con el fin de ensanchar su futuro en el
que se multipliquen las razones para pensar y las imágenes para soñar. En un orden y
otro, antitéticos en la polaridad de su acción, se trata siempre de “quintaesenciar” bien el concepto o bien la imagen para que se realicen plenamente
en el orden ideal que a cada una las
compete. La filosofía bifronte emprende de este modo en los dos extremos de su quehacer un ideal trascendental,
podemos decir utópico, para la ciencia y la imaginación poética, como
dos mundos autógenos que se desenlazan en
un empirismo suprasensible, desligadas
las ataduras de lo cognoscente-percibido. Las matemáticas plenamente
abstractivas y la poesía pura e innata, en
el orden respectivo del
supraracionalismo y de la
superimaginación suponen una apertura de la consciencia hacia lo inaprensible…
La forma como Gaston Bachelard se aproxima a la literatura, y más concretamente a la imagen literaria y las
cuestiones de su recepción y expresión, se inicia por un decurso metódico a todas luces indirecto
y en sus comienzos como la liberación
de una vocación aletargada hasta su primera madurez. Los métodos que
aplica en su epistemología para
denunciar y censurar cualquier atisbo de seducción de la ensoñación en la razón
científica irán desprendiendo unos documentos y un conjunto de reflexiones que si para la epistemología son detritus del falso saber, comprobaciones
de una ciencia en un estadio mítico y
arquetípico, serán valiosos para la comprensión de la actividad de la imaginación. Desde esta perspectiva de inmanencia en que
una obra está dentro de la otra, podría comprenderse toda su obra intelectual –tanto la dedicada a la epistemología como a
los estudios literarios- como una gran red
de imágenes de la ensoñación. Se trate bien de censurar y de denunciar la
ensoñación o bien de admirar las
imágenes adentrándose en la propia
ensoñación el pensamiento bachelardiano siempre encuentra
en su umbral la fenomenología de sus comprobaciones. Cuanto más
censura las imágenes inconscientes e irracionales que sustentan los
conceptos más elementales de la ciencia más se siente hechizado sin embargo por ellas
dándose un intenso giro vital e intelectual
en su pensamiento a partir de
1938 cuando escribe La formation de L´esprit scientifique. Contribution á
une psychanalyse de la conaissance objective, fecha desde la cual observamos una determinante conversión del filósofo de la ciencia hacia el imaginario. Uno de los capítulos
proyectados para el libro mencionado anteriormente cobra vida autónoma y puede ser ya considerado el ensayo obertura de
su Poética: La
psychanalyse du feu 1938. Anteriormente Gaston Bachelard ya había escrito
el ensayo L´ intuition de l´instant.
Étude
sur la Silöe de Gaston Roupnel. 1932 y el artículo “Le
monde comme caprice et miniatura”1933-1934, obras ciertamente inaugurales de su
pensamiento poético, pero es en La
psychanalyse du feu donde el
filósofo de Dijon comienza a postular ya una filosofía desinhibida y afanada en afinarse destinada a ser una Poética. Pero Gaston Bachelard no
puede romper de un salto los hábitos de
método como epistemólogo cuando
aborda filosóficamente las cuestiones de la imaginación
Gaston Bachelard
representa a nuestro modo de ver una
sensibilidad y una audacia
intelectual que no hemos encontrado en ningún otro pensador o en otras postulaciones del imaginario, cuyo
principal valor es no cercenar con su
pensamiento el acto mismo de imaginar, ni confinar la imaginación en un discurso o en un conjunto de categorías
estáticas, sino que su fin expreso y
generoso es siempre alentar, evocar
y suscitar: una especie de discurso-puente entre lo creado y el
porvenir de la creación, entre la lectura y la expresión literaria naciente,
con el fin expreso de renovar la sensibilidad del lenguaje. Una “filosofía del
imaginar” que debe de ser ante todo y
por encima de todo, antes que una ciencia de lo imaginario, una filosofía inspiradora, proyectiva y actuante.
La destreza de
la “filosofía de la imaginar” bachelardiana trata así de evidenciar los esquemas de fuerzas o dinamismos latentes
de lo imaginario sin coartar la libertad poética . De este modo una filosofía
del imaginar deberá ser una filosofía
nada coercitiva, lo suficientemente dúctil, como para ejercer una influencia en
el lector, y hacer despegar su pensamiento
y adentrarse en la dimensión de las imágenes libres. Una filosofía entendida como destino de expresión que se sumerge en las ensoñaciones literarias de otros ahondando en la propia ensoñación creadora.
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