Los cimientos de la tesis


martes, 28 de agosto de 2012

Borrador Ciencias del imaginario/Filosfía del imaginar en Gaston Bachelard


Una filosofía del imaginar

    Si puede existir una paradojal y advenediza  filosofía de la imaginación  creadora –generatriz- que no sea una revisión de aquellos   filósofos  que durante la historia de las humanidades  han  pensado y escrito sobre la imaginación o la fantástica,  tarea  procelosa que comprendería  el estudio de las diversas teorías sobre el  imaginario desde Platón a la Edad moderna y deja de ser nuestro objetivo aquí,  es la de ser justamente la antítesis misma del ideal epistemológico del raciocinio científico y poner en franco vértigo cualquier metodología que se precie de valor empírico para las ciencias, incluida la misma filosofía. Nociones  comunes para cualquiera de las  disciplinas científicas, entre ellas se incluyen las filológicas,  como  son “estructura”, “sistema”, “categoría”, “objeto” y “método”, serían aquí ruinosas, impotentes y finalmente claudicantes. Principios  de base  obvios para la  iniciación deductiva como son el de “objetividad” “racionalidad”, “exactitud”, “causalidad” y  “certidumbre”  designarán  principios de censura, prejuicio, inhibición, debilitamiento y finalmente crítica y negación. Cualquier afán erudito clasificatorio, enciclopédico o taxonómico sería una empresa  ineficaz  y se nos revelaría  finalmente como un esquematismo reductivo, simplificador y esclerotizante.  Los datos bien ordenados, los esquemas cerrados  y las clasificaciones nos ayudarán a definir la imaginación del pasado, la imaginación fijada por las representaciones de nuestra  tradición cultural,  pero no nos ayudarán  sin embargo a vislumbrar  quizá el   fenómeno psíquico  y cognoscente más modesto, más móvil, más libre:   cómo una  imagen inaudita y original  se ilumina  en  una conciencia individual  y genera una expresión que renueva el ser mismo de la expresión.

   La  labor filosófica  de Gaston Bachelard, definida por las distintas interpretaciones  posteriores de su obra como una labor bifronte, se caracteriza  tanto en el ámbito de la Filosofía de las ciencias  como en el ámbito de las Poéticas del imaginario, como un acto de vivaz reconquista  dialéctica, con un ánimo  de crítica permanente  y  de ruptura con  los hábitos que  encierran a ambas en el inmovilismo, la aceptación fácil y la pereza. Una filosofía posicionada como un continuo asalto a los parámetros y sistemas anclados en la tradición que  encarcelan la intuición y la inteligencia, con el fin de ensanchar su futuro  en el que se multipliquen las razones para pensar y las imágenes para soñar. En  un orden y  otro, antitéticos en la polaridad de su acción,  se trata siempre  de “quintaesenciar” bien  el concepto o  bien la imagen para que se realicen plenamente en el orden ideal que a cada una  las compete. La filosofía bifronte  emprende  de este modo en los dos extremos  de su quehacer un ideal trascendental, podemos  decir utópico,  para la ciencia y la imaginación poética, como dos mundos autógenos que se desenlazan  en un empirismo suprasensible, desligadas  las ataduras de lo cognoscente-percibido. Las matemáticas plenamente abstractivas  y la poesía pura e  innata, en  el orden  respectivo del supraracionalismo  y de la superimaginación suponen una apertura de la consciencia  hacia lo inaprensible…

   La forma  como Gaston Bachelard  se aproxima a la literatura, y  más concretamente a la imagen literaria y las cuestiones de su recepción y expresión, se inicia  por un decurso metódico a todas luces indirecto y en sus comienzos como  la  liberación  de una vocación aletargada hasta su primera madurez. Los métodos que aplica en su epistemología  para denunciar  y censurar  cualquier atisbo  de seducción de la ensoñación en la razón científica  irán  desprendiendo unos documentos  y un conjunto de  reflexiones que si para la epistemología son detritus del falso saber, comprobaciones de una ciencia  en un estadio mítico y arquetípico, serán  valiosos  para la comprensión  de la actividad de la  imaginación.   Desde esta perspectiva de inmanencia en que una obra está  dentro de la otra, podría  comprenderse  toda su obra intelectual  –tanto la dedicada a la epistemología como a los estudios literarios- como una gran  red de imágenes de la ensoñación. Se trate bien de censurar y de denunciar la ensoñación o bien  de admirar las imágenes adentrándose en la propia  ensoñación el pensamiento bachelardiano siempre   encuentra  en su  umbral la fenomenología  de sus comprobaciones.  Cuanto más  censura las imágenes inconscientes e irracionales que sustentan los conceptos más elementales de la ciencia  más se siente hechizado sin embargo por ellas dándose un intenso giro vital e intelectual  en su pensamiento  a partir de 1938 cuando escribe La formation de L´esprit scientifique. Contribution á une psychanalyse de la conaissance objective, fecha desde la cual  observamos una determinante conversión  del filósofo de la ciencia  hacia el imaginario. Uno de los capítulos proyectados para el libro mencionado anteriormente cobra vida autónoma  y puede ser ya considerado el ensayo obertura de su Poética:  La psychanalyse du feu 1938. Anteriormente Gaston Bachelard ya había  escrito  el ensayo L´ intuition de l´instant. Étude sur la Silöe de Gaston Roupnel. 1932 y el artículo “Le monde comme caprice et miniatura”1933-1934, obras ciertamente inaugurales de su pensamiento poético, pero es en La psychanalyse du feu  donde el filósofo de Dijon   comienza  a postular  ya una filosofía  desinhibida y afanada  en afinarse destinada  a ser una Poética. Pero Gaston Bachelard no puede romper de un salto los hábitos  de método como epistemólogo  cuando aborda  filosóficamente  las cuestiones de la imaginación

   Gaston Bachelard representa a nuestro modo de ver  una sensibilidad  y una  audacia  intelectual que no hemos encontrado en ningún otro pensador  o en otras postulaciones del imaginario, cuyo principal valor es  no cercenar con su pensamiento el acto mismo de imaginar, ni confinar la imaginación  en un discurso o en un conjunto de categorías estáticas,  sino que su fin expreso y generoso es siempre alentar, evocar  y suscitar: una especie de discurso-puente entre lo creado y el porvenir de la creación, entre la lectura y la expresión literaria naciente, con el fin expreso de renovar la sensibilidad del lenguaje. Una “filosofía del imaginar” que debe de ser ante todo y  por encima de todo, antes que una ciencia de lo imaginario,  una filosofía inspiradora,  proyectiva y  actuante.

   La destreza de la “filosofía de la imaginar” bachelardiana trata  así de evidenciar  los esquemas de fuerzas o dinamismos latentes de lo imaginario sin coartar la libertad poética . De este modo una filosofía del imaginar deberá ser  una filosofía nada coercitiva, lo suficientemente dúctil, como para ejercer una influencia en el lector, y hacer despegar su pensamiento  y adentrarse en la dimensión de las imágenes libres.  Una filosofía entendida como destino de expresión que  se sumerge en las ensoñaciones  literarias de otros  ahondando en la propia ensoñación creadora.

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