La “Poética
del imaginar” de Gaston Bachelard,
si partimos de su hondo y rico debate con las ciencias psicológicas
de finales del siglo XIX e
inicios del XX hasta su periplo final
hacia una forma muy personal y especial
de apropiarse de la filosofía fenomenológica hurssealiana, es para
quien se atreva a recorrer las sinuosidades y recodos de su “estética literaria”, sintiendo el pulso de sus mismos “tormentos de método”, un aprendizaje apasionado de la profesión de “fenomenólogo
de la imagen poética”.
De esta manera, la obra bachelardiana se nos ofrece
fecunda, plena de sentido, porvenir y valor al guiarnos con unas estrategias de carácter heurístico la vertiente onírica de la lengua –aquella
que sólo podemos “intuir y acechar” más que demostrar con razones y métodos de
análisis-. Son estos continuos forcex ,
giros e inversiones inesperados a los
que somete las distintas disciplinas y sus métodos los que van trazando el camino
de una meditación que nos dirige a ahondar progresivamente en las
regiones remotas de la psique donde se encuentra la misma “ontología del ser parlante” y el “primer
impulso expresivo verbal”, sin que esta excavación
en el inconsciente del lenguaje y en el origen soñado de las palabras delimite y sea la causa directa y primera a la
que podamos remitir la originalidad y novedad
del primer impulso poético.
Nuestra tesis
ahonda de este modo en tres cuestiones fundamentales de la “estética
literaria” bachelardiana cuales son: ensoñación
y creación literaria, la lectura-ensoñante
y la escritura como testimonio de una experiencia fugaz, a veces un inefable, que solo podemos describir con el rodeo evocativo y suscitante de la reflexión fenomenológica.
La lectura y la
escritura serán para Gaston Bachelard
el doble impulso de un “poeticonálisis”-senda
inaugural y poética de un psicoanális especial- que no cesa y se censura en el ánimo del lector avezado en el estudio profundo de la
obra bachelardiana y su exégesis, y que tampoco queda determinado solamente en el acto mismo de la admiración y
empatía hacia la miniatura que es la imagen literaria, sino que invita –de
ahí el valor propedéutico, lectivo,
instructivo como pedagogía divergente- a cada subjetividad a proseguir en la “androginia” de su ser la llamada de su propio “animus” y “anima” y descubrir por sí mismo el “hombre poético”
que en su interioridad esconde. Para constituir
esta armonización andrógina entre el lenguaje manifiesto y su existencia desdoblada en el ámbito de los sueños, entre la lengua vigilada y despierta y la
lengua que es germen de ensoñaciones sin fin, el ser mismo debe admitir que él
mismo es un ser doble, como toda cosa,
presencia o ser.
Dual movimiento que encarna, uno, la vida del “anima”
en una lectura vertical, suspensa y diáfana, que trata de deshojar/despojar la imagen
literaria de todo el peso del saber y de los “grilletes” de la interpretación a
fin de captarla en la actualidad y el instante de una inocencia primera en su reverberación como “tiempo epifánico”- -epifanía, etm. επιφάνεια: “manifestación, fenómeno” constituido por una triplicidad: el de novedad y
originalidad, el de resonancia de un
instante de nuestra infancia, y el de la profundidad de un arquetipo que
resurgita sin ser él mismo la causa directa de la imagen; segundo, en el de una
vida del “animus” que medita y transcribe
la vivencia fenomenológica para
afinar progresivamente su lupa inspectora y acrecentar la finura de su alma, y abrirse
paso a paso hacia una ensoñación cada vez más original, novedosa e ignota.
Tanto
el “animus” y el “anima”, como doble dimensión de la psiquismo, suma y sinergia
de la inteligencia y la sensibilidad,
llevarán a cabo su obra en el mysterium
coniunctionis
del libro por venir en el cual se urdirá
el proyecto de una escritura de
lo discontinuo, lo interminable, la
cual crece al paso de cada experiencia, pues
la fenomenología del imaginario tiene la
función de ser una “ur-poética de la expresión literaria” y una expansión y
liberación poética del ser lingüístico.
Después de dejar que el
“anima” recoja sus bienes y sus dones, y que el “animus” medite y guíe su ensoñación, el libro de fenomenologías será el destino de una escritura que dirige
el ensueño literario como enseñanza de una imaginación activa, esta vez, sin imposiciones del sentido y sin
prestarse a ser una obra
didáctica. El libro de fenómeno-lemas encarna
el portal de ingreso al Reino literario, y sobre todo, la literatura de
imaginación, en el que los fragmentos y
los detalles componen una nueva unidad.
Lejos de ser solamente
un registro de las imágenes
literarias queridas, ensalzadas por el comentarista-lector, el libro
fenomenológico trata de abrir en nuestra
conciencia el tiempo y el espacio mismo de la imagen poética cuyas leyes no corresponderán al tiempo cabalgante de la
prosodia ni al espacio descriptivo del
recuerdo, tampoco al tiempo esforzado de la reflexión sistemática y puramente filosófica ni al espacio metafórico donde
se ordenan con sitematizidad los conocimientos. La escritura es el modo de engarce de los diversos instantes poéticos de
excepción cuya sucesión abren en la conciencia
un tiempo ritmado en el que nada corre, dura, discurre o martillea sino que abren ante
sí una perspectiva maravillada en
el que un tiempo remoto viene a fulgir en el
instante en el que una imagen
original y nueva viene a nacer.
Es así como traeremos a colación al hablar de la confección del libro fenomenológico las imágenes de los
laberintos, pues el laberinto es la imagen simbólica del inconsciente. La
escritura como laberinto no dirige
nuestro paso sino que nos invita a
perdernos y encontranos. El laberinto nos ayudará a captar las múltiples estructuras de la escritura bachelardiana como son las formas terebrantes, los rizomas
y los injertos. Y en este sentido es
fácil comprobar como la arquitectura interna del libro aunque
aparentemente parece subsumirse a un
plan metódico expreso no hace más que
subvertir esta estructura inicial
dejando que las imágenes abran
por si mismo los ámbitos heterogéneos de una especialidad imaginaria.
De este manera trataremos de
comprender el acto de la escritura fenomenológica como un poeticoanálisis cuyos
principales rasgos: es remitir siempre su enfoque en el aislamiento de
la imagen, en el de perpetrarse siempre desde la propia “autoobservación”, en el
de construir un tiempo especial que no
sigue el martilleo de un tiempo
horizontal, y en el de ingreso en un espacio
cuyas proporciones y leyes se
invierten enla dimensión de los sueños libres.
Finalmente A modo de ilustración y anexo de nuestra
tesis haremos una lectura comparada de”La lámpara maravillosa” (1922) de
Ramón María del Valle-Inclán a la luz
de las ideas-troncales de la estética literaria de Gaston Bachelard,
pues estamos persuadidos de que ambas guardan una amplia franja de semejanza en
sus postulados. Por último, realizaremos
una aplicación del “método” fenomenológico a la lectura de
algunos de los poemas de Ramón Otero
Pedrayo recogidos en su obra “Bocarribeira” (1958) para ver de responder a una
cuestión desafiante: ¿como unha fenomenoloxía do imaxinario pode salvar unha
lingua románica marxinalizada ao enraizarnos nas lembranzas
das súas palabras e facer que estas mesmas palabras eclosionen
nunha orixinalidade que fai renacer unha estética da fala en cada imagen?